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Cuanta tristeza siento ver que la mayoría de aquellos que se llaman a si mismos "Cristianos", (yo los llamo Pseudos-Cristianos), desconocen "completamente" los mandamientos de amar a Dios por sobre todas las cosas, y de amar al prójimo como así mismos. Para estos Cristianos "modernos", esclavos del dinero, de las tinieblas y de la mentira, no existe el prójimo, y mucho menos respetan o cumplen los mandamientos sagrados claramente expuestos en la Santa Biblia. Para esta nueva generación de Cristianos, solo existen ellos mismos, sus riquezas, su dinero, su auto seguridad de ser salvos, la garantía que les brinda la soberbia de su propia seguridad económica y por la cual están convencidos que si pueden comprar su talón de entrada al cielo. Por supuesto, sin amar a nadie mas que no sea a ellos mismos, sus hijos, sus perros, sus canarios, para lo cual ya han creado toda la basura de nuevas doctrinas inventadas por las bastas capacidades intelectuales comúnmente adquiridas en las escuelas, colegios y universidades mas costosas del mundo. Mi salvación, como la de todos nosotros, vosotros y ellos, está únicamente en las manos de Dios Padre. Tu no vas a ser salvo por llamarte católico, o cristiano, o musulmán, o lo que quieras escoger en este mundo, sino únicamente por el amor sincero que almacenas en las bodegas de tu corazón, y por tu relación personal y obediencia al Padre. Tu salvación reside en la gracia de Dios, no es una cuestión de grupo, ni de preferencias religiosas, de si leíste o no leíste habidamente la Biblia, de si leíste o cambiaste todos los significados de la Palabra, de si fuiste bendecido o no bendecido por un Pastor, un Cura, o un Obispo, de si das o no das una limosna. De acuerdo a Jesús el Cristo, los ricos y avaros, aquellos que tienen su corazón en las riquezas, no cuentan con la misericordia de Dios. Tu salvación tampoco depende de si acudes puntualmente todos los días a una iglesia. Tu salvación es una cuestión que compromete exclusivamente a dos seres especiales, tu y Dios Padre. Quizá ahora comprendo mejor la ira de nuestro Señor Jesucristo al entrar a la casa de su Padre y ver como todo se había convertido en un simple mercado común. Hoy en día, el planeta entero es ese mercado común. Asumiendo ser buenos Cristianos, bajo la creencia unipersonal de que sí lo son, generaciones completas no saben que cosa es ser un verdadero Cristiano, y peor aún, que es la verdadera Doctrina Cristiana. Alguna vez dije palabras tan rudas como estas: "Los Cristianos de esta era se han convertido en los perros sabuesos de sus propias iglesias y de sus propias creencias". Cuanta verdad encierran estas palabras. Han confundido y han opacado la universalidad del amor de Dios, el amor de nuestro Señor Jesucristo. Esa consabida actitud de prepotencia y de superioridad de la mayoría de Cristianos, muy enfatizada en algunas sectas, solo demuestra la verdad expresada en el evangelio: Hay "muchos" falsos profetas en nuestros días que "engañarán a muchas personas" (Mt. 24:11). Aunque estos falsos profetas puedan alegar conocer y comunicar la verdad de Dios, están esparciendo mentiras (Jer. 14:14). Según el amoroso Señor Jesús, los falsos profetas son realmente lobos rapaces, peligrosos y hambrientos, disfrazados de oveja (Mt. 7:15). ¡Por lo tanto, pueden ser tan espiritualmente peligrosos y mortales para los Cristianos (ovejas -- Jn. 10:27) como un lobo salvaje y oculto lo es para una manada de ovejas! Los falsos maestros, los falso profetas, están creando generaciones completas de falsos cristianos que hoy abundan en todas partes, las falsas iglesias están plagadas de ellos, inventan día a día nuevas y novedosas doctrinas que confunden almas inocentes y las extravían del verdadero camino al Padre, todo esto, por la sola ambición de llenarse mas los bolsillos con tus ofrendas y tu limosna. "Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas." 2 Pedro 2:1-3 "Muchos son los llamados, pero [muy] pocos [son] los escogidos". Sé tu uno de los pocos. No sigas el camino de los muchos. Confía plenamente en la palabra de Dios. "Si
vuestro raciocinio no fuere mayor que el de los escribas y fariseos, [falsos
pastores y maestros], Cuídate de todos los falsos Maestros y los falsos Pastores, que abundan en estos dias.
Si en verdad crees en Dios Padre Jehová, Elohim, Adonai, Celestial y Eterno, y en nuestro Señor Jesucristo, y en el Espíritu Santo, lee, aprende, comprende, aplica, y practica lo que su palabra dice, lee la Biblia. No te dejes impresionar ni sorprender por las iglesias majestuosas, por los pastores ricos, por los que dicen ser cristianos y son ricos, por aquellos que se creen sabios y te ofrecen un Roll-Royce a la salvación . Escúdate siempre en la palabra de Dios, deja que él mismo sea tu guía, tu defensor, y tu maestro. Lee la Biblia.
¿Qué es la Doctrina Cristiana?Para entender mejor lo que es la Doctrina Cristiana debemos separarla de lo que es y significa la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Tengo que hablar de esto por que la humanidad entera esta en peligro de sumirse en la ignorancia total de lo que es la Cristiandad. La doctrina social de la Iglesia católica es un conjunto de enseñanzas,
orientaciones y normas prácticas emanadas en el seno de la Iglesia católica, de
los pronunciamientos pontificios en materia política, social y económica a
partir del siglo XIX. Si bien la doctrina social de la Iglesia católica esta fundamentada en la
Doctrina Cristiana, estas no son lo mismo. No hay que confundir Catolicismo con
Cristianismo. Tras un primer momento en el que se atendió principalmente a los problemas de la visión laica, liberal y democrática del Estado (perspectiva criticada y condenada por el papa Pío IX en las encíclicas Quanta cura y Syllabus errorum, 1864), la primera intervención dedicada específicamente a la cuestión social correspondió a León XIII. En su encíclica Rerum novarum (1891) proponía, frente al socialismo y al
liberalismo capitalista extremo, una solución de la cuestión obrera que adoptara
el principio de colaboración entre clases sociales y el reconocimiento del justo
salario. Rerum novarum favoreció la creación de grupos, asociaciones y
sindicatos católicos y se convirtió en un punto de referencia constante para los
sucesivos pronunciamientos papales. Juan XXIII
introdujo el concepto “signo de los tiempos” en su encíclica Pacem in terris
(1963), que pasó a dirigir la atención de la comunidad católica desde los
valores inmutables y eternos, a la dinámica de la historia, de la sociedad
contemporánea y de la conciencia sobre los valores socialmente compartidos. A través de las encíclicas Laborem exercens (1981), Sollicitudo rei socialis (1987) y Centesimus annus (1991), del papa Juan Pablo II, la doctrina social de la Iglesia católica se situó con mayor precisión en el ámbito de la teología moral, ofreciendo ulteriores ocasiones de reflexión y de análisis de la sociedad contemporánea. Una vez explicada la doctrina social de la Iglesia católica, procederemos a explicarte que es la Doctrina Cristiana, y como puedes ayudarte a ti mismo a ser un mejor y verdadero Cristiano. Estudiaremos juntos cada termino por separado: Doctrina y Cristiandad. Posteriormente, uniremos los dos términos para su mejor comprensión.
Doctrina Sistema de creencias que forma parte de cada religión, sea cual fuere ella. Aunque la palabra "doctrina" a veces se utiliza para nombrar y caracterizar cada sistema como un todo, (por ejemplo la doctrina cristiana), se suele utilizar este término para hacer hincapié en aspectos particulares de la creencia (así la doctrina judeocristiana de la creación, o la doctrina budista de la reencarnación). Las creencias particulares constituyen un conjunto más o menos coherente, y es en el contexto del todo donde cada doctrina habría de ser entendida y evaluada. La palabra latina doctrina significa 'enseñanza' y las creencias religiosas son a menudo formuladas por primera vez de una forma concreta en el proceso de instruir a los nuevos creyentes. A pesar de que las doctrinas religiosas han sido a veces consideradas como verdades invariables, hoy está reconocido, en un sentido más amplio, que si una doctrina contiene algún núcleo permanente de verdad, su expresión siempre reflejará la relatividad de un tiempo y una cultura determinada, de tal modo que, son necesarias de modo constante, nuevas y modernas expresiones para que las doctrinas sigan siendo inteligibles y persuasivas de acuerdo a cada época. Aunque en algunas religiones las doctrinas no han sido formuladas con
precisión, en otras han sido objeto de fuertes controversias, hasta el
punto de llegar a romper a la comunidad de creyentes; la mayoría de las religiones
del mundo presentan innumerables divisiones doctrinales. Cuando una autoridad
religiosa propone una expresión de una doctrina que excluye a otras posibles, se
conoce como dogma. Cristiana/Cristiano Cristiano/Cristiana.- Persona, realidad, o cosa, relacionada o identificada con el
Cristianismo, religión monoteísta basada en las enseñanzas de
Jesucristo según
se recogen en los Evangelios que ha marcado profundamente la cultura occidental
y es actualmente la más extendida del mundo. Está ampliamente presente en todos
los continentes del globo y la profesan más de 1.700 millones de personas. El cristianismo, en muchos sentidos y como cualquier otro sistema de creencias y de valores, se comprende sólo desde “el interior” entre aquellos que comparten la creencia y se esfuerzan por vivir de acuerdo con esos valores. Cualquier descripción de la religión que ignorara estas concepciones
internas, no sería fiel en el orden histórico. Sin embargo, un aspecto que los
que profesan esta fe no reconocen, por regla general, es que semejante sistema de
creencias y de valores también puede ser descrito de una forma que tenga sentido
para un observador interesado, aunque no comparta, o no pueda compartir, su
punto de vista.
2.1 Principales enseñanzas Uno de los elementos esenciales lo constituye el protagonismo de la figura de Jesucristo. Ese protagonismo es, de uno u otro modo, el rasgo distintivo de todas las variantes históricas de la creencia y práctica del cristianismo. Los cristianos no han logrado llegar a un acuerdo sobre la comprensión ni sobre la definición de qué es lo que hace que Cristo sea tan característico y único. Desde luego, todos coinciden en que su vida y su ejemplo deberían ser seguidos y que sus enseñanzas referentes al amor y a la fraternidad deberían sentar las bases de todas las relaciones humanas. Gran parte de sus enseñanzas encuentran su equivalencia en la predicación de los rabinos, (después de todo Jesús era uno de ellos), o en las enseñanzas de Sócrates y de Confucio. En las enseñanzas del
cristianismo, Jesús no puede ser menos que el supremo predicador y ejemplo de
vida moral, pero, para la mayoría de los cristianos, eso, por sí mismo, no hace
justicia al significado de su vida y obra. La crucifixión y resurrección de Jesucristo, a la que los primeros
cristianos se refieren cuando hablan de Él como de aquel que reconcilió a la
humanidad con Dios, hicieron de la cruz el principal centro de atención de la fe
y devoción cristianas, y el símbolo más importante del amor salvador de Dios
Padre. La creación del mundo a partir de la nada así como de la especie humana fueron expresiones del amor de Dios, como también lo fue la venida de Jesús a la Tierra. La manifestación clásica de esta confianza en el amor de Dios viene dada por las palabras de Jesús en el llamado Sermón de la Montaña: “Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?” (Mat. 6,26). Los primeros cristianos descubrían en estas palabras una demostración de la
privilegiada posición que tienen los hombres y las mujeres por ser hijos de un
padre celestial como Él, y del lugar aún más especial que ocupa Cristo. Esa
posición de excepción llevó a que las primeras generaciones de creyentes le
otorgaran la misma categoría que al Padre, y a que más tarde utilizaran la
expresión “el Espíritu Santo, a quien el Padre envió en el nombre de Cristo”,
como parte de la fórmula que se utiliza en la administración del bautismo y en
los diversos credos de los primeros siglos. Después de numerosas controversias y
reflexiones, aquella expresión se transformó en la doctrina de Dios como
Santísima Trinidad. Véase también Espíritu Santo. Otro rito que es aceptado por todos los cristianos es el de la eucaristía o cena del Señor, en la que se comparten pan y vino, expresando y reconociendo así la realidad de la presencia de Cristo, tal como se conmemora en la comunión de unos con otros en la misa. La forma que fue adquiriendo la eucaristía a medida que evolucionó fue la de una cuidada ceremonia de consagración y de adoración, a partir de textos eucarísticos escritos sobre todo en los primeros siglos del cristianismo. La
eucaristía también se ha transformado en uno de los principales motivos de
conflicto entre las distintas iglesias cristianas, pues no todas están de
acuerdo con la presencia de Cristo en el pan y en el vino consagrados y con el
efecto que produce esta presencia en los que lo reciben. Véase también
Liturgia;
Misa; Partes musicales de la misa. La
relación que mantiene esta santa Iglesia universal con las distintas
organizaciones eclesiásticas que existen por toda la cristiandad es la causa de
las principales divisiones entre ellas. El catolicismo ha tendido a equiparar su
propia estructura institucional con la Iglesia universal, mientras que algunos
grupos protestantes extremistas han estado prontos a reclamar que ellos, y sólo
ellos, representan la verdadera Iglesia visible. Sin embargo, cada vez un mayor
número de cristianos de todos los sectores han comenzado a reconocer que no
existe un único grupo que tenga el derecho de apropiarse el concepto de Iglesia,
y han empezado más bien a trabajar para lograr la unión de todos los cristianos.
Ver Movimiento Ecuménico;
Protestantismo; Iglesia católica apostólica romana. Todos los cristianos de las distintas tradiciones han subrayado el papel trascendente de la devoción y de la oración individual, tal y como lo indicó Jesús. Pero él también instituyó una oración universal, el Padrenuestro, cuyas primeras palabras subrayan la naturaleza y el sentido de comunidad que tiene el culto: “Padre Nuestro que estás en el cielo”. A partir del Nuevo Testamento, se estableció que el día que toda la comunidad cristiana destinaría a la adoración sería “el primer día de la semana”, el domingo, en conmemoración de la resurrección de Cristo. Lo mismo que el shabat judío, el domingo se destina al descanso. También es el día en que los creyentes se reúnen para oír la lectura y la predicación de la palabra de Dios recogida en la Biblia, para participar en los sacramentos y para rezar, alabar al Señor y darle gracias. Las necesidades
del culto en comunidad han motivado la creación de miles de himnos, coros y
cantos, así como de música instrumental, en especial para órgano. Desde el siglo IV, las comunidades cristianas han edificado construcciones especiales
destinadas al culto, un hecho decisivo en la historia de la arquitectura y del
arte en general. Ver Basílica; Iglesia (arquitectura); Arte y arquitectura
paleocristianas; Himno; Oración. La aplicación de estos mandamientos a situaciones concretas de la vida, ya sea en el orden personal o en el social, no genera uniformidad en el comportamiento moral ni en el social. Por ejemplo, hay cristianos que consideran pecaminosas las bebidas alcohólicas, pero los hay que no opinan igual. Existen cristianos que adoptan diferentes posturas sobre temas de actualidad, ya sea desde puntos de vista de extrema derecha, de extrema izquierda o de centro. A pesar de ello, es posible hablar de un modo de vida cristiano, aquel que participa de la llamada al servicio y a convertirse en discípulo de Cristo. El valor inherente a cada persona creada a la imagen de Dios, la santidad de la vida humana, así como el matrimonio y la familia, el esfuerzo por alcanzar la justicia, aunque sea en un mundo caído en la desgracia, son compromisos morales dinámicos que los cristianos deberían aceptar; sin embargo, sus conductas pueden no conseguir las metas que imponen estas normas. Ya desde las páginas del Nuevo Testamento se hace patente que siempre ha sido
difícil la tarea de desarrollar las implicaciones o el alcance que puede tener
una ética del amor, bajo las condiciones de la existencia cotidiana, y que en
realidad nunca ha existido una ‘época dorada’ en la que haya sucedido lo
contrario. Teniendo estos símbolos en cuenta, el cristianismo debería
considerarse como una religión espiritual, y en ocasiones se ha limitado
exclusivamente a cumplir este papel. Pero, a través de la historia de la
Iglesia, la esperanza cristiana también ha servido para motivar el desarrollo de
una vida terrenal más conforme a los deseos de Dios según fue revelado por
Cristo. Véase también Catecismo;
Escatología; Segunda venida. Los primeros cristianos concluyeron que lo que Él había demostrado ser, a través de su resurrección, ya lo debía haber sido antes, cuando caminaba entre los habitantes de Palestina e incluso antes de haber nacido del vientre de María de acuerdo con su condición divina y, por tanto, eterna. Se inspiraron en el lenguaje de las Sagradas Escrituras (la Biblia hebrea, que los cristianos llamaron Antiguo Testamento) para componer un relato de la realidad “siempre antigua, siempre nueva”, que habían aprendido a conocer como apóstoles de Jesucristo. Creyendo que era deseo y mandato de Jesús el que se unieran y
formaran una nueva comunidad de lo que aún quedaba rescatable del pueblo de
Israel, estos judíos cristianos formaron la primera Iglesia en Jerusalén.
Consideraban que ése era el lugar más apropiado para recibir lo prometido: el
don del Espíritu Santo y de una innovación espiritual. En un principio, la mayoría de las personas que se unían a la nueva fe eran seguidores del judaísmo, para quienes sus doctrinas representaban algo nuevo, no en el sentido de algo novedoso por completo y distinto, sino en el sentido de ser la continuación y realización de lo que Dios había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Por lo tanto, ya en un principio, el cristianismo manifestó una relación dual con la fe judía: una relación de continuidad y al mismo tiempo de realización, de antítesis, y también de afirmación. La
conversión forzada de los judíos durante la edad media y la historia del
antisemitismo (a pesar de que los dirigentes de la Iglesia condenaban ambas
actitudes) constituyen una prueba de que la antítesis podía ensombrecer con
facilidad a la afirmación. Sin embargo, la ruptura con el judaísmo nunca ha sido
total, sobre todo porque la Biblia cristiana incluye muchos elementos del
judaísmo. Esto ha logrado que los cristianos no olviden que aquel al que adoran
como Señor era judío y que el Nuevo Testamento no surgió de la nada, sino que es
una continuación del Antiguo Testamento. En un momento dado, los cristianos con un pasado no judío comenzaron
a superar en número a los judíos cristianos. En este sentido, el trabajo del
apóstol Pablo tuvo una poderosa influencia.
Pablo era judío de nacimiento y
estuvo relacionado de una forma muy profunda con el destino del judaísmo, pero,
a causa de su conversión, se sintió el “instrumento elegido” para difundir la
palabra de Cristo a los gentiles, es decir, a todos aquellos que no tenían un
pasado judío. Fue él quien, en sus epístolas a varias de las primeras
congregaciones cristianas, formuló muchas de las ideas y creó la terminología
que más tarde constituirían el eje de la fe cristiana; Pablo, merece el título de
primer teólogo cristiano. Muchos teólogos posteriores basaron sus conceptos y
sistemas en sus cartas, que ahora están recopiladas y codificadas en el Nuevo
Testamento. Véase también Pablo. Dado el frecuente uso de términos tales como obispo,
presbítero y diácono en los documentos, se hace imposible la identificación de
una política única y uniforme. Hacia el siglo III se hizo general el acuerdo
respecto a la autoridad de los obispos como continuadores de la labor de los
apóstoles. Sin embargo, este acuerdo era generalizado sólo en los casos en que
sus vidas y comportamientos asumían las enseñanzas de los apóstoles, tal como
estaba estipulado en el Nuevo Testamento y en los principios doctrinales que
fundamentaban las diferentes comunidades cristianas. Las formulaciones definitivas de estas relaciones se establecieron durante los siglos IV y V, en una serie de concilios oficiales de la Iglesia; dos de los más destacados fueron el de Nicea en el 325, y el de Calcedonia en el 451, en los que se acuñaron las doctrinas de la Santísima Trinidad y de la doble naturaleza de Cristo, en la forma aún aceptada por la mayoría de los cristianos (ver Concilio de Calcedonia; Credo de Nicea). Para que
pudieran exponerse estos principios, el cristianismo tuvo que refinar su
pensamiento y su lenguaje, proceso en el que se fue creando una teología
filosófica, tanto en latín como en griego. Durante más de mil años, éste fue el
sistema de pensamiento con más influencia en Europa. El principal artífice de la
teología en Occidente fue San Agustín de Hipona, cuya producción de textos
literarios, dentro de los que se incluyen los textos clásicos Confesiones y La
ciudad de Dios, hizo más que cualquier otro grupo de escritos, exceptuando los
autores de la Biblia, para dar forma a este sistema. Las causas de la hostilidad hacia los cristianos no eran siempre las mismas y, por lo general, la oposición y las persecuciones tenían causas muy concretas. Sin embargo, la lealtad que los cristianos mostraban hacia su Señor Jesús, era irreconciliable con la veneración que existía hacia el emperador como deidad, y los emperadores como Trajano y Marco Aurelio, que estaban comprometidos de manera más profunda con mantener la unidad ideológica del Imperio, veían en los cristianos una amenaza para sus propósitos; fueron ellos quienes decidieron poner fin a la amenaza. Al igual que en la historia de
otras religiones, en especial la del islam, la oposición a la nueva religión
creaba el efecto inverso al que se pretendía y, como señaló el
epigrama de
Tertuliano, miembro de la Iglesia del norte de África, “la sangre de los
mártires se transformará en la semilla de cristianos”. A comienzos del siglo IV
el mundo cristiano había crecido tanto en número y en fuerza, que para Roma era
preciso tomar una decisión: erradicarlo o aceptarlo. El emperador Diocleciano
trató de eliminar el cristianismo, pero fracasó; el emperador Constantino I el
Grande optó por contemporizar, y acabó creando un imperio cristiano. Desde sus comienzos en el desierto egipcio, con el eremitorio de san
Antonio, el monaquismo cristiano se propagó durante los siglos IV y V por muchas
zonas del Imperio romano. Los monjes cristianos se entregaron al rezo y a la
observación de una vida ascética, pero no sólo en la parte griega o latina del
Imperio romano, sino incluso más allá de sus fronteras orientales, en el
interior de Asia. Durante el inicio de la edad media, estos monjes se
transformaron en la fuerza más poderosa del proceso de cristianización de los no
creyentes, de la renovación del culto y de la oración y, a pesar del
antiintelectualismo que en reiteradas ocasiones trató de hacer valer sus
derechos entre ellos, del campo de la teología y la erudición. Véase también
Órdenes y comunidades religiosas. Mientras que el mundo cristiano de Occidente se fue centralizando de forma progresiva: una pirámide cuya cima la constituía el papa de Roma (ver Papado), los principales centros del mundo oriental, Constantinopla, Jerusalén, Antioquía y Alejandría, se desarrollaron de forma autónoma. El emperador de Constantinopla tenía una
posición muy destacada en la vida de la Iglesia. Por ejemplo, él era quien
convocaba y presidía los concilios generales de la Iglesia, órganos supremos de
la legislación eclesiástica con respecto a la fe y a los códigos morales. Esta
relación especial que surgió entre la Iglesia y el Estado se denominó, con una
simplificación excesiva, cesaropapismo. Fomentó una cultura cristiana (como lo
atestigua la gran basílica de Santa Sofía en Constantinopla, erigida por el
emperador Justiniano I), que unió y sintetizó elementos cristianos y de la
antigüedad clásica. Más adelante, se
restauró el culto a los iconos, lo que supuso una medida de independencia para
la Iglesia respecto al Estado (ver Iconoclasia). Durante los siglos VII y VIII,
tres de los cuatro centros orientales cayeron bajo la influencia expansiva del
islam; el único núcleo que quedó sin conquistar fue Constantinopla, que fue
sitiada en repetidas ocasiones, hasta que cayó en manos de los turcos en 1453.
Sin embargo, la lucha con los musulmanes no era tan sólo de carácter militar.
Tanto los cristianos de Oriente como los seguidores del profeta Mahoma trataban
de aumentar su mutua influencia en aspectos de índole intelectual, filosófica,
científica e incluso teológica. La palabra griega ortodoxia (junto
con su sinónimo, en esloveno, pravoslavie) se refiere a la manera correcta de
alabar a Dios, lo cual resulta indisociable del modo correcto de proclamar la
verdadera doctrina de Dios y de vivir de acuerdo con su voluntad. Este énfasis
aportó a la liturgia y a la teología de Oriente una categoría que los
observadores occidentales, incluso durante la edad media, caracterizarían como
mística, categoría que se intensificó por la fuerte influencia que ejercía el
neoplatonismo sobre la filosofía bizantina. A pesar de que el monaquismo de
Oriente, por lo general, se mostraba hostil ante estas corrientes filosóficas de
pensamiento, se llevaba a la práctica una vida de devoción bajo la influencia de
los escritos de los Padres de la Iglesia y de teólogos, como san Basilio, que
habían asumido un cristianismo helenístico del que partían muchas de esas ideas
filosóficas. De modo general,
los historiadores fechan el Gran Cisma a partir de 1054, cuando Roma y
Constantinopla se excomulgaron mutuamente, aunque también se puede decir que la
fecha fue 1204, cuando ejércitos procedentes de Occidente, de camino para
arrebatar la Tierra Santa del dominio otomano (ver Cruzadas), atacaron y
arrasaron la ciudad cristiana de Constantinopla. Cualquiera que sea la fecha, la
ruptura entre el cristianismo oriental y el occidental se ha mantenido hasta
hoy, a pesar de los repetidos esfuerzos por lograr la reconciliación. Desde su temprana fundación en Kíev, la ortodoxia eslava impregnó Rusia, donde los rasgos distintivos del cristianismo de Oriente, ya descritos, enraizaron con mucha fuerza. La autoridad autocrática del zar moscovita imitó algunas de las atribuciones del cesaropapismo bizantino; el monaquismo ruso se dejó influir por el ascetismo y la devoción cultivada en los monasterios griegos del monte Athos. El énfasis en la autonomía cultural y étnica hizo evidente, desde muy temprano, que el cristianismo eslavo tenía su propio lenguaje litúrgico (conocido aún como antigua Iglesia eslava). Por otra parte, esta Iglesia fue incorporando los estilos artísticos y arquitectónicos importados de los centros ortodoxos de las zonas de habla griega. En la Iglesia de Oriente también había algunos grupos eslavos de los Balcanes (serbios, montenegrinos, bosnios, macedonios y búlgaros), albaneses, descendientes de los antiguos ilirios, y rumanos, un pueblo de lengua romance. A lo largo de los siglos de dominio turco en los
Balcanes, algunas de las poblaciones cristianas locales fueron forzadas a
convertirse al islam, como en el caso de algunos bosnios, búlgaros y albaneses.
Véase también Imperio bizantino; Iglesia de Oriente; Iglesias de rito oriental;
Iglesia ortodoxa. Cuando se trasladó la capital del Imperio a Constantinopla, la fuerza más poderosa que quedó en Roma fue la de los obispos. La antigua ciudad, capital de la Iglesia de Occidente, desde la que se podía seguir la huella de la fe cristiana a partir de la obra de los apóstoles Pablo y Pedro, en reiteradas ocasiones actuó como árbitro de la ortodoxia mientras otros centros, incluida Constantinopla, caían en la herejía o en los cismas. Roma sostenía esta posición
cuando las sucesivas oleadas de tribus, en lo que fue llamado el periodo de las
invasiones bárbaras, asolaron Europa. La conversión de los invasores al
cristianismo, como en el caso del rey de los francos, Clodoveo I, significó al
mismo tiempo su incorporación a una institución presidida por el obispo de Roma.
A medida que fue decayendo el poder de Constantinopla sobre las provincias del
oeste, se fueron creando reinos germánicos autónomos, hasta que en el 800 nació
un nuevo imperio soberano en Occidente, cuando el papa León III coronó emperador
a Carlomagno. Ver Sacro Imperio Romano Germánico. Si bien los arzobispos,
los obispos y los abades ejercían gran poder sobre sus regiones, estaban
subordinados a la autoridad del papa, a pesar de que con bastante frecuencia
éste era incapaz de satisfacer sus peticiones. Durante los primeros siglos de la
edad media, en Europa occidental hubo largas controversias teológicas, aunque
nunca llegaron a las enormes proporciones que alcanzaron en Europa oriental. La
teología occidental no pudo, al menos hasta después del siglo XI, alcanzar los
extremos de complejidad filosófica de Oriente. La sombra de san Agustín continuó
dominando durante mucho tiempo la teología latina, y había dificultades para
acceder a los textos de las meditaciones doctrinales de los antiguos pensadores
cristianos. |
Juan
6:53 De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el
día postrero. El que
come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Este es
el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y
murieron; |
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