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Imagen idealizada de Dios, pintura al fresco de
Miguel Ángel. ¿A quién vituperaste, y a quién blasfemaste?
¿Contra quién has alzado tu voz, y levantado tus ojos en alto? Contra el
Santo de Israel. ( Isaías 37:23 )
Presentar a Dios a los
incrédulos, ateos, evolucionistas, necios, y tontos, no es cosa tan
sencilla. Así como hay personas que oyen una sinfonía y no saben que
mismo es, y ni se dan cuenta siquiera de lo que están escuchando, así
mismo sucede con Dios y sus manifestaciones al hombre.
Creyéndose sabios, se volvieron necios
¿Y qué haréis en el día del castigo? ¿A quién os acogeréis
para que os ayude, cuando venga de lejos el asolamiento? ¿En
dónde dejaréis vuestra gloria? (Isaías 10:3)
Porque el desvío de los ignorantes los
matará, y la prosperidad de los necios los echará a perder; Mas el que
me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del
mal. (Proverbios 1:32)
Los sabios heredarán honra, mas los necios
llevarán ignominia. (Proverbios 3:35)
Entended, oh simples, discreción; Y vosotros,
necios, entrad en cordura. Oíd, porque hablaré cosas excelentes, y
abriré mis labios para cosas rectas. Porque mi boca hablará verdad, y la
impiedad abominan mis labios. (Proverbios 8:5)
Los labios del justo apacientan a muchos, mas
los necios mueren por falta de entendimiento. La bendición de Jehová es
la que enriquece, y no añade tristeza con ella. El hacer maldad es como
una diversión al insensato; Mas la sabiduría recrea al hombre de
entendimiento. Lo que el impío teme, eso le vendrá; Pero a los justos
les será dado lo que desean. (Proverbios 10:21)
El hombre cuerdo encubre su saber; mas el
corazón de los necios publica la necedad. (Proverbios 12:23)
El deseo cumplido regocija el alma; pero
apartarse del mal es abominación a los necios. (Proverbios 13:19)
El que anda con sabios, sabio será; mas
el que se junta con necios será quebrantado. (Proverbios 13:20)
Busca el escarnecedor la sabiduría y no la
halla; Mas al hombre entendido la sabiduría le es fácil. Vete de delante
del hombre necio, porque en él no hallarás labios de ciencia. La ciencia
del prudente está en entender su camino; Mas la indiscreción de los
necios es engaño. Los necios se mofan del pecado; mas entre los rectos
hay buena voluntad. (Proverbios 14:6-9)
La lengua de los sabios adornará la
sabiduría; mas la boca de los necios hablará sandeces. (Proverbios 15:2)
El corazón entendido busca la sabiduría; mas la
boca de los necios se alimenta de necedades. (Proverbios 15:14)
Muchos ven a Dios a cada instante, pero muy pocos se percatan de
que es Dios mismo el creador de todo lo que existe. Para empezar,
Dios es el centro y objeto de la fe de cada persona, la última realidad, o
realidad última como se le conoce en la ciencia de la Teología, o simplemente,
se le conoce por muchos como un
ser sagrado a quien se adora y se dirigen oraciones.
Pero no es solo eso. Dios es el Ser Supremo, único Dios, creador y
origen de todo cuanto existe, y al que se describe en términos de atributos
perfectos, por ejemplo, su infinitud, inmutabilidad, eternidad, bondad,
presencia (omnipresencia), conocimiento (omnisciencia) y poder (omnipotencia).
La mayoría de las religiones de este mundo
atribuyen a Dios ciertos rasgos de carácter, como la voluntad, el amor, la
cólera, y la misericordia, que pueden interpretarse tanto metafórica como
literalmente.
CONCEPCIONES DE DIOS
Muchos pensadores religiosos han sostenido que Dios es tan diferente de los
seres mortales que debe ser considerado en esencia como un misterio más allá de
la capacidad de comprensión humana.
No obstante, la mayoría de los filósofos y
teólogos coinciden en que si es posible un conocimiento limitado de Dios a
través del rastro que él mismo deja a su paso; y de las manifestaciones propias
que él mismo ha hecho a la humanidad; así, se han
formulado diferentes concepciones de él, tanto en términos de atributos divinos,
como de trayectorias del conocimiento.
Enfoques filosóficos y religiosos
Las concepciones filosóficas y religiosas de Dios han estado muy diferenciadas.
En el siglo XVII, por ejemplo, el matemático y pensador religioso francés Blaise
Pascal comparó de manera poco propicia el "Dios de los filósofos", una noción
abstracta, con el "Dios de la fe", una realidad viva, experimentada.
En general,
los místicos, que reclaman la experiencia directa del ser divino, han afirmado
la superioridad de su conocimiento de Dios a las demostraciones racionales de su
existencia y de los atributos propuestos por filósofos y teólogos.
Algunos
teólogos han intentado compaginar los enfoques filosóficos y experimentales de
Dios, como en la doble vía del teólogo alemán del siglo XX Paul Tillich, que
habló de Dios como la "causa del ser" y el "interés último".
Una cierta tensión
es quizá inevitable, no obstante, entre el modo en que los doctrinarios hablan
de Dios y el modo en que la mayoría de los creyentes piensan de él y lo
experimentan.
Atributos principales de Dios
Dios puede ser concebido como trascendente (por encima del mundo), haciendo
hincapié en su "calidad de otro", su independencia absoluta y su poder sobre el
orden mundial; o como inmanente (habitando en el Universo), resaltando su
presencia y participación dentro del proceso del mundo.
Ha sido pensado como
personal, por analogía con los individuos humanos, pero algunos teólogos por
otra parte han sostenido que el concepto de personalidad es inadecuada para
Dios y que debe ser concebido como impersonal o suprapersonal.
En las grandes
religiones monoteístas, Dios es venerado como lo Uno, la unidad suprema que
abarca o ha creado todas las cosas; pero el politeísmo, la creencia en muchos
dioses, también ha permanecido enriqueciéndose a través de la historia.
Estos contrastes son a veces combinados mediante procedimientos dialécticos.
Así, mientras el teísmo hace hincapié en la trascendencia divina y el panteísmo
identifica a Dios con el orden del mundo, en el panteísmo Dios es entendido
tanto desde una perspectiva trascendente como inmanente. La doctrina cristiana
de la Trinidad y doctrinas similares de otras religiones admiten la unidad como
también la diversidad interna de Dios.
El cristianismo es una modalidad de monoteísmo en
que la unidad completa de Dios ha sido modificada. También se ha razonado que
Dios tiene aspectos personales e impersonales, o también que sólo él es
auténticamente personal y que en el ámbito de la finitud hay sólo una
aproximación imperfecta al ser personal.
Estos intentos, para unir de manera
dialéctica en Dios características opuestas en apariencia, son comunes en
escritores religiosos y místicos, y se proponen hacer justicia a la variedad y
complejidad de la vivencia religiosa. El filósofo alemán del siglo XV Nicolás de
Cusa, por ejemplo, creyendo que Dios sólo puede ser aprendido a través de la
intuición mística, acentuó la "coincidencia de opuestos" en Dios; el filósofo
danés del siglo XIX Sören Kierkegaard insistía en la naturaleza paradójica de la
fe religiosa. Estas formulaciones sugieren que la lógica del discurso sobre Dios
es diferente por sí misma a la lógica que se aplica a las entidades finitas.
JUDAÍSMO, CRISTIANISMO E ISLAM
En el judaísmo, el cristianismo y el islam, las tres religiones enraizadas con
la tradición bíblica, Dios es concebido ante todo en términos de trascendencia,
personalidad y unidad.
La idea judía de Dios
La idea de trascendencia es introducida en los versos iniciales de las
escrituras hebreas, en las que Dios es presentado como creador y este concepto
imprime todo el discurso judío sobre Él. Decir que el mundo es creado significa
que no es independiente de Dios o una emanación de Dios, pero sí es externo a
Él, un producto de su voluntad, por eso Él es Señor de toda la tierra. Esto
explica la antipatía que los judíos sienten hacia la idolatría (ninguna criatura
puede representar al Creador, por lo que está prohibido hacer ninguna imagen
material suya). Sin embargo, es también parte de la doctrina referida a la
creación que el ser humano fue hecho a imagen de Dios; por ello, la comprensión
hebrea de Dios fue francamente antropomórfica. Él prometía y amenazaba, podía
enojarse y ser asimismo envidioso; pero sus atributos principales eran virtud,
justicia, compasión, verdad y lealtad. Es representado como rey, juez y pastor.
Él establece pactos con su gente y así se autolimita. Como Dios, a pesar de su
condición antropomórfica, es una divinidad viva. Es verdad que el nombre de
Dios, Yahvé, era entendido como "Yo soy el que es", pero no era tomado por los
hebreos de la época bíblica en el sentido abstracto y metafísico en el que se le
consideró más tarde. El Dios hebreo era único y su mandato fue, "¡No tendréis
otros dioses delante de mí!" (aunque en algunos pasajes bíblicos el Espíritu del
Señor y el Ángel del Señor y, en posteriores especulaciones judías, la sabiduría
divina parecen ser seres divinos secundarios).
La aparición del concepto de omnipresencia vino ligada a la aparición
de las religiones monoteístas. El judaísmo es probablemente la primera
religión que incorpora esa cualidad a Dios, y fue heredada
posteriormente por el cristianismo. Existen multitud de referencias a
este atributo de ubicuidad en la Biblia, pero quizás la más clara esté
reflejada en Jeremías: Dios es Omnipresente. Está con su ser, saber y
poder, donde quiera que exista algo distinto de Él mismo. (Sal.
139:1-18; Jer. 23:23-24)
Concepción cristiana
El cristianismo emprendió su andadura como una secta judía y así asumió al Dios
de los hebreos, y las Escrituras judías se convirtieron con el tiempo, para los
cristianos, en el Antiguo Testamento. Durante su magisterio, Jesús fue quizá
entendido como un hombre santo de Dios, pero a finales del siglo I los
cristianos le habían ensalzado como pastor divino, y esto creó la tensión con la
tradición monoteísta del judaísmo. La solución del problema fue el desarrollo de
la doctrina de Dios trino o Trinidad que, pese a insinuarse en el Nuevo
Testamento, no fue formulada de un modo completo hasta el siglo IV.
El Dios del Antiguo Testamento se convirtió, para los cristianos, en el Padre, un título que
el mismo Jesús le había aplicado y por el que se proponía hacer hincapié en su
amor y cuidado más que en su poder. Jesús mismo, reconocido como Cristo, fue
entendido como el Hijo encarnado o la Palabra divina (Logos), la manifestación
concreta de Dios en el orden finito.
Ambas expresiones, Hijo y Palabra, implican
un ser, que es a la vez distinto del Padre e incluso tan próximo, relacionado
como ser 'de la misma sustancia' (del griego, homoousios) con Él. El Espíritu
Santo —en Occidente se dice que procede del Padre y del Hijo, en Oriente que
procede sólo del Padre (después de la controversia del filioque)— es la
presencia inmanente y la actividad de Dios en la creación, por la que lucha para
conducirla a la perfección.
Aunque la teología cristiana habla de las tres
"personas" de la Trinidad, no hay tales personas en el sentido moderno, sino
tres modos de ser del mismo y único Dios.
Islam
El islam surgió como una poderosa reacción contra las antiguas culturas paganas
de Arabia y, como consecuencia de ello, es la que profesa su monoteísmo con
mayor rigidez entre las tres religiones de raíz bíblica. El nombre de Alá
significa simplemente 'El Dios'. Es personal, trascendente y único, y a los
musulmanes se les prohíbe representarlo con cualquier forma viviente. El credo
principal se resume en la proclamación: "No hay dios más que Alá y Mahoma es su
profeta". Alá tiene siete atributos básicos: vida, conocimiento, poder,
voluntad, oído, vista y habla. Las tres últimas no se entienden en un sentido
antropomórfico. Su voluntad es absoluta, y todo lo que ocurre depende de ella,
incluso hasta el punto de que creyentes y no creyentes están predestinados a la
fe o a la falta de fe.
RELIGIONES DE ASIA Y OTRAS
A pesar de las diferencias, las concepciones de Dios en el judaísmo, el
cristianismo y el islam tienen un obvio parecido familiar. Las grandes
religiones de Asia, sin embargo, pertenecen a un esfera muy distinta. Incluso el
uso de la palabra Dios en un contexto religioso asiático puede ser engañoso,
porque por regla general lleva la connotación de personalidad. Una expresión más
amplia que englobaría tanto la idea de un Dios personal y la idea de un absoluto
impersonal o suprapersonal es el Ser Sagrado.
Hinduismo
En el hinduismo, el Ser Sagrado puede ser comprendido de diferentes maneras.
Desde una perspectiva filosófica, es entendido como Brahman, la realidad única
eterna, absoluta, que abarca todo lo que es, de modo que el mundo que cambia es
sólo la apariencia exterior (maya).
En la religión popular se reconocen muchos
dioses, pero entendidos con propiedad, son manifestaciones de Brahman, y cada
uno de ellos tiene su propia función. Los tres dioses principales, Brahma, Visnú
y Siva (encargados de la creación, la preservación y la destrucción), están
unidos como el Trimurti, o los tres poderes. Hablando en sentido estricto, el
dios creador no crea en el sentido judeocristiano, porque el mundo es eterno y
él es tan sólo el dios que ha estado desde la génesis de los Tiempos. En el
hinduismo Bhakti, el camino de la devoción personal, el dios Isvara se concibe
como personal y no es diferente al dios judeocristiano.
Budismo y religión china
Se dice a veces que el budismo Theravada es ateo, pero no es así. Los dioses son
reales, pero no son lo fundamental. La realidad última o Ser Sagrado, constituye
el orden cósmico impersonal. Una idea semejante se encuentra en la religión
griega antigua, en la que el destino cósmico parece haber sido superior incluso
a los grandes dioses. En el budismo Mahayana de China y Japón, Buda mismo fue
transformado en un ser divino, aunque la vinculación con el Buda histórico se
volvió muy tenue o incluso desapareció, de ahí que las figuras de Buda en el
Lejano Oriente sean consideradas seres cósmicos.
En las religiones chinas indígenas, el politeísmo puro de las culturas populares
fue modificado por el contacto con las tradiciones filosóficas desarrolladas por
la minoría erudita. En estas filosofías el Ser Sagrado último también parece
haber sido concebido como una categoría impersonal. En el taoísmo, es el ritmo
del Universo; en el confucianismo es la ley moral del cielo.
Politeísmo y animismo
En el politeísmo, hay muchos seres sagrados, cada uno de los cuales manifiesta
algún atributo divino particular o cuida de algún aspecto concreto de la
naturaleza o de las cuestiones humanas. El politeísmo fue la forma más común de
religión en el mundo antiguo y estuvo muy desarrollada en Egipto, Mesopotamia,
Grecia y Roma, entre otras civilizaciones. Tiende, sin embargo, a evolucionar en
una forma de religión que muestra una concepción unitaria de la divinidad (como
demostró el hinduismo), bien por ejercer la crítica filosófica o porque una de
las deidades en el panteón politeísta adquiera una superioridad contundente. Se
solían concebir los dioses de un panteón con algún lazo familiar, lo que
aseguraba desde el principio un sentido de su unidad. El politeísmo se
desarrolló casi con regularidad a partir de una forma más tradicional de
religión (todavía practicada en muchas partes del mundo) llamada animismo, la
creencia en una multitud de fuerzas espirituales, localizadas y limitadas en su
poder, algunas amistosas y otras hostiles. En el animismo el sentido de Ser
Sagrado se difunde por todo el Universo.
Sumario de tipos principales
Una serie de tipos, cada uno transformándose en los otros, puede ser extraído de
este estudio. En el monoteísmo del judaísmo y del islam, el Ser Sagrado se
concibe en su aspecto más trascendente y personal. En el trinitarianismo
cristiano, se hace un intento para sintetizar la trascendencia y la inmanencia.
En las religiones de Asia que se han tratado, se resalta la inmanencia y
naturaleza impersonal del Ser Sagrado (aunque algunas formas de hinduismo y
budismo no excluyen aspectos personales de la condición divina).
FUNDAMENTOS PARA LA CREENCIA EN DIOS
Aunque las concepciones de Dios han variado de modo considerable, en dependencia
del periodo histórico, cultura y grupo de que se trate, una misma fe en un Ser
Sagrado ha sido predominante en algún sentido en casi todas las sociedades a
través de la historia. Sin embargo, esta creencia ha sido puesta en duda desde
los tiempos antiguos por doctrinas como el escepticismo, el materialismo, el
ateísmo y otras formas de descreimiento, y la proporción de no creyentes es más
alta en las sociedades modernas que en la mayoría de las sociedades del pasado.
Variedades de incredulidad
Los argumentos en contra de la creencia en Dios son tan numerosos como los que
existen a su favor. El ateísmo niega de modo absoluto la existencia de Dios.
Algunos, por ejemplo, creen que el universo material constituye la realidad
última; otros argumentan que el predominio del sufrimiento y del mal en el mundo
imposibilita la existencia de un ser sagrado. Los agnósticos creen que la
evidencia a favor y en contra de la existencia de Dios es cuestionable; por lo
tanto suspenden el juicio en beneficio de la duda. Los positivistas creen que la
investigación racional se halla restringida a las cuestiones del hecho empírico
o demostrable por vías positivas y científicas, por lo que no tiene sentido ni
afirmar ni negar la existencia de Dios.
La naturaleza de la creencia en Dios
Si Dios es el fundamento u origen del ser y no simplemente otro ser, aun el ser
supremo o más elevado que concebirse pueda, entonces no existe en el sentido en
que se encuentran las cosas en el mundo. Puede ser incluso engañoso decir, "Dios
existe", aunque es el modo tradicional de hablar. Creer en Dios es tener fe en
el fundamento último del ser, o confiar en la racionalidad última y la virtud de
la disposición completa de las cosas. Este modo de expresar el tema deja en el
aire las cuestiones de la trascendencia e inmanencia, ser personal e impersonal,
entre otras. El fundamento principal para creer en Dios debe encontrarse en la
experiencia, y en concreto en la experiencia religiosa.
Hay muchas experiencias
en las que la gente ha sido consciente del Ser Sagrado que afecta a sus vidas
—experiencias místicas, conversión, una sensación de presencia, a veces visiones
o locuciones— y que pueden sentirse con la fuerza de una revelación. Junto a
experiencias religiosas en sí mismas hay otras en las que la gente llega a ser
consciente de una profundidad o una finalidad que ellos llaman Dios
(experiencias morales, relaciones interpersonales, sensación de belleza, la
búsqueda de la verdad, la conciencia de finitud, incluso la confrontación con el
sufrimiento y la muerte).
A veces se producen las llamadas situaciones límite
(término utilizado en el siglo XX por el filósofo alemán Karl Jaspers), porque
aquéllos que sufren tales experiencias parecen chocar contra los límites de su
propia existencia. Al hacer esto, sin embargo, llegan a ser conscientes de un
ser que trasciende su propio ser, con el que todavía sienten tanto diferencia
como afinidad. Llegan a ser conscientes de lo que en el siglo XX el teólogo
protestante Rudolf Otto denominó, en una clásica descripción, mysterium
tremendum et fascinans, el misterio que produce a la vez temor y fascinación.
Argumentos formales para la existencia de Dios
Para un incalculable número de personas estas experiencias del Ser Sagrado son
auto-autentificadas, y sienten que no necesitan indagar más. Toda experiencia
humana, sin embargo, es falible. Errores de percepción son experiencias
cotidianas, y concepciones falsas del mundo natural, la Tierra, los cuerpos
celestes y otras análogas han prevalecido durante miles de años. Es por lo tanto
posible que la experiencia del Ser Sagrado sea ilusoria, y esta posibilidad ha
llevado a algunos creyentes a buscar una base racional para sostener su fe en
Dios con la confirmación de la propia experiencia.
Numerosos intentos se han
llevado a cabo para probar la realidad de Dios. El teólogo escolástico medieval
san Anselmo afirmó que la misma idea de un ser de quien nada más perfecto puede
ser concebido supone su existencia, pues la existencia es en sí misma un aspecto
de la perfección. Muchos filósofos han negado la validez lógica de la transición
de la idea a la existencia real, pero todavía se discute este razonamiento
ontológico.
El teólogo del siglo XIII santo Tomás de Aquino rechazó el
razonamiento ontológico, pero propuso otras cinco pruebas de la existencia de
Dios que todavía son aceptadas de forma oficial por la Iglesia católica
apostólica romana:
- la realidad del cambio requiere un agente del cambio;
- la cadena de la causalidad necesita fundarse en una causa primera que no es
causada;
- los hechos contingentes del mundo (hechos que pueden no haber sido
como son) presuponen un ser necesario;
- se puede observar una gradación de las
cosas desde lo más alto a lo más bajo, y esto apunta hacia una realidad perfecta
en el punto más alto de la jerarquía;
- el orden y el diseño de la naturaleza
demandan como fuente un ser que posea la más alta sabiduría.
El filósofo alemán
del siglo XVIII Immanuel Kant rechazó y refutó los razonamientos de Tomás de
Aquino, pero sostuvo la necesidad de la existencia de Dios como el soporte o
garante de la vida moral.
Estas razones para afirmar la realidad de Dios han
sido sometidas todas a repetidas críticas y siguen siendo replanteadas para
recibir nuevas apreciaciones.
Hoy día está aceptado de un modo general que
ninguna de ellas constituye una prueba, pero muchos creyentes dirán que los
razonamientos acumulan una fuerza que, aunque tiene poco de prueba, supone una
fuerte probabilidad, sobre todo en conjunción con la evidencia de la experiencia
religiosa. En último extremo, la creencia en Dios es, como muchas otras
creencias importantes, un acto de fe, una fe que tiene que estar enraizada en la
experiencia personal.
Conflictos teológicos
La inclusión de la cualidad de la omnipresencia entre las capacidades
de un dios, sumada al atributo de la omnipotencia, da lugar a un
conflicto teológico denominado paradoja de Epicuro o Problema del mal,
según el cual no debería ser posible el mal en un mundo donde Dios está
en todas partes y es todopoderoso.
Este es uno de los principales argumentos que esgrimen las religiones
deístas (que consideran que la divinidad es únicamente creadora del
mundo), contra las teístas, (que atribuyen al dios un papel activo). La
religión cristiana caracteriza a Dios con una serie de perfecciones: es
omnipresente, además de omnisciente, omnipotente y omnibenevolente. El
cristianismo está sujeto por tanto a este conflicto. Para resolver la
paradoja, se achaca la existencia del mal al libre albedrío del ser
humano, y se interpreta la cualidad de la omnipresencia divina como
voluntaria, y no como necesaria.
El infierno plantea un problema lógico similar, ya que si Dios es
omnipresente, debería estar presente allí también. De no ser así,
entonces, ya deja de ser omnipresente.
¿Existe Dios?
¿Hay evidencia de la existencia de Dios?
De algún modo, la responsabilidad se coloca sobre aquellos quienes
dicen que Dios existe, para de alguna manera probar que El en realidad
existe. Yo pienso que la responsabilidad está sobre los que no creen.
Que aquellos que no creen, prueben por si mismos que no existe.
La Biblia dice que deberíamos aceptar por fe, el hecho de que Dios
existe:
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que
es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
Si Dios lo deseara así, simplemente podría aparecer ante nosotros
como un ser físico, y probar de esta manera a todo el mundo que El si
existe, a nuestra completa conveniencia y satisfacción. Pero, por otra
parte, si lo hiciera como nosotros quisiéramos, no solamente tendría que
adoptar una forma o cuerpo que nosotros podamos ver y entender y
apreciar, sino que, esto seria solamente para satisfacer nuestro ego,
pues quizá el tendría que adoptar una forma o cuerpo que no siquiera sea
el verdadero sino uno que nosotros pudiéramos reconocer y aceptar, y aún
así, si él hiciera todo esto, al mismo tiempo, ya no habría ninguna
necesidad de que exista la fe, la esperanza, ni la espera. Tan
necesarias en el corazón de todo individuo, para poder vivir en la
espera de mejores días.
“Jesús le dijo: porque me has visto, creíste;
bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).
Imagine el lector un cuadro o una pintura, cada persona la ve y la
admira desde su propio punto de vista, quizá algunos les agrada, quizá a
otros no, unos pensarían que esta muy colorida, otros dirán que esta
descolorida, por ultimo, no faltara quienes pienses que tal pintor es
maluco y que debería buscar otro trabajo que no sea de pintor. ¿Como
debería presentarse ante nuestros ojos o sentidos un ser que es
esencialmente un espíritu y no un cuerpo como nosotros lo entendemos?
¿Que forma debería adoptar el mismo? ¿Como deberíamos pintarlo?
¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué
imagen le compondréis? (Isaías 40:18)
Sin embargo, eso no significa que no hay evidencia de la existencia
de Dios. La Biblia declara:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el
firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro
día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni
palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el
extremo del mundo sus palabras” (Salmos 19:1-4).
Al mirar las estrellas, al entender la inmensidad del universo, al
observar las maravillas de la naturaleza, al ver la belleza de la puesta
del sol – vemos que todas ellas apuntan hacia un Creador, hacia Dios. Si
esto no fuera suficiente, también hay evidencia de Dios en nuestros
propios corazones. Eclesiastés 3:11 nos dice:
“…y ha puesto eternidad en el corazón de los
hombres…”
Hay algo en lo profundo de nuestro ser, que reconoce que hay algo más
allá de esta vida y alguien más allá de este mundo.
Intelectualmente podemos negar este conocimiento, pero la presencia de
Dios en nosotros y a través de nosotros, todavía está ahí. A pesar de
todo esto, la Biblia nos advierte que todavía hay algunos que niegan la
existencia de Dios,
“Dice el necio en su corazón: No hay Dios”
(Salmos 14:1).
Debido a que sobre el 98% de la gente a través de la historia, en
todas las culturas, en todas las civilizaciones, en todos los
continentes, creen en la existencia de algún tipo de Dios – debe haber
algo (o alguien) que causa esta creencia.
Además de los argumentos bíblicos para la existencia de Dios, hay
argumentos lógicos.
Primero: tenemos el argumento ontológico. La forma más popular del
argumento ontológico, usa básicamente el concepto de Dios para probar Su
existencia. Este comienza con la definición de Dios como “Ese del cual
no puede ser concebido uno más grande”. Entonces se sostiene que existir
es mayor que no existir, y por tanto el mayor ser concebible debe
existir. Si Dios no existió, entonces Dios no sería el mayor ser
concebible – pero eso iría a contradecir la definición misma de Dios.
Segundo: es el argumento teológico. El argumento teológico dice que
desde que el universo despliega tal maravilloso diseño, debe haber
habido un diseñador Divino. Por ejemplo, aún si la tierra estuviera unos
pocos cientos de millas más cerca o más lejos del sol, no sería capaz de
mantener mucha de la vida que en la actualidad lo hace. Si los elementos
en nuestra atmósfera fueran diferentes aún en un pequeño porcentaje,
cada cosa viviente sobre la tierra moriría. Las probabilidades de una
simple molécula de proteína formada por casualidad es 1 en 10 elevado a
la potencia 243 (es decir, 10 seguido de 243 ceros). Una simple célula
consta de millones de moléculas de proteína.
Tercero: El tercer argumento lógico para la existencia de Dios es el
denominado argumento cosmológico. Cada efecto debe tener una causa. Este
universo y todo lo que en el hay es un efecto. Debe haber algo que causó
que todo existiera. A la larga, debe haber algo “sin-razón” a fin de
provocar que todo lo demás exista. Esa “sin-razón” es Dios.
Cuarto: Un cuarto argumento es conocido como el argumento moral. Cada
cultura a través de la historia ha tenido alguna forma de ley. Todos
tienen un sentido de lo correcto y lo erróneo. El asesinato, la mentira,
el robo, y la inmoralidad son rechazados casi universalmente. ¿De dónde
vino ese sentido de lo correcto y lo erróneo?, vino de un Dios santo.
A pesar de todo esto, la Biblia nos dice que la gente va a rechazar el
conocimiento claro e innegable de Dios, y en lugar de ello, creer una
mentira.
Romanos 1:25 declara:
“Ya que cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el
cual es bendito por los siglos. Amén.”
La Biblia también proclama que la gente no tiene excusa para no creer
en Dios.
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno
poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no
tienen excusa” (Romanos 1:20).
La gente demanda no creer en Dios porque “no es científico” o “porque no
hay pruebas”. La razón verdadera es que una vez que la gente admite que
hay un Dios, también deben darse cuenta de que son responsables hacia
Dios y que están necesitados de Su perdón (Romanos 3:23; 8:23).
"por cuanto todos pecaron, y están destituidos
de la gloria de Dios".
8:18 Pues tengo por cierto que las aflicciones
del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en
nosotros ha de manifestarse.
8:19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la
manifestación de los hijos de Dios.
8:20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia
voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
8:21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de
corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
8:22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con
dolores de parto hasta ahora;
8:23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las
primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros
mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
8:24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no
es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?
8:25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
8:26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues
qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles.
8:27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del
Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los
santos.
Si Dios existe, entonces somos responsables por nuestras acciones
hacia El. Si Dios no existe, entonces podemos hacer lo que queramos sin
tener que preocuparnos porque Dios nos juzgue. Creo que esa es la razón
por la que muchos en esta sociedad, están tan fuertemente aferrados a la
evolución – para dar a la gente una alternativa de creer en un Dios
Creador. Dios existe y a la larga todo el mundo sabe que El existe. El
hecho mismo de que algunos intenten tan agresivamente refutar Su
existencia es de hecho un argumento más para Su existencia.
¿Cómo sé que Dios si existe?
Yo sé que Dios existe. No solamente por los cuestionamientos
historicos, bíblicos, lógicos o telógicos que se presentan en este
articulo, sino también, porque hablo con El y El habla conmigo todos los días.
No solamente lo escucho hablándome con voz audible a través de otras
personas, sino que también siento su presencia en mis pensamientos, en mis
movimientos, en todas mis
intenciones, en mis emociones y hasta en mi conocimiento.
Siento su guía en mis
decisiones, conozco sobre su amor a través de todo lo que veo, siento, toco,
huelo y escucho. Mi alma implora y
necesita de su gracia; y por todo lo que ya he recibido de él, sé que en
verdad cuento
con él.
Para los que hemos vivido experiencias sobrenaturales, sabemos que
han ocurrido cosas en nuestras vidas que no tienen otra explicación posible
sino solamente la presencia e intersección divina.
Dios ha salvado en -forma milagrosa-
a muchas personas. En varias ocasiones me ha salvado a mi mismo de tal manera que no puedo dar una explicación de lo que ha ocurrido en mi
vida personal sin que otros me califiquen quizá de cuentero o de loco.
El ha cambiado mi vida
como ha cambiado la vida de muchos de tal forma que no podemos sino agradecer, reconocer y
alabar su existencia.
Me ha dado a ver y saber cosas que se que nadie las ha
visto, nadie las ha sabido, ni nadie las ha oído. Por tal razón, se que fui elegido para recibir esa
gracia y estos dones por razones que solo él las sabe y solo él las entiende.
A Dios le reconocemos cada uno de nosotros con nuestros propios sentidos y con
nuestro propio
entendimiento. Quizá cada cual lo entiende y lo conoce de manera distinta, por que su
mensaje y su toque sobrenatural también debe ser distinto.
La experiencia del roce
divino solo puede describirla quien verdaderamente la ha vivido. Si
alguno piensa que aún no ha encontrado a Dios en su camino no
se entristezca por eso, eso no importa. Y no haga conclusiones sobre él por que
él mismo lo encontrara a usted y lo tocara de tal forma que solo usted
entenderá que es Dios mismo el que se ha hecho presente en su camino.
Dios esta en el corazón de cada persona, la noción misma de que usted
existe es la principal gracia de Dios que usted ya ha recibido.
El está dispuesto a revelarse
magníficamente a todos quienes, utilizando las virtudes que él mismo otorgo a
cada uno, lo busca con un anhelo sincero.
Dios no se esconde de nadie
por que no tiene razón de esconderse;
al contrario, es nuestra propia necedad y maldad humana la que constantemente lo ignora.
Ninguno de estos argumentos pueden persuadir a alguien que
rehúsa reconocer lo que es tan claro. Al final, la existencia de Dios
debe ser aceptada por la fe en todo lo que no vemos (Hebreos 11:6) pero
que si existe, -como el oxigeno-, que no podemos tocarlo ni podemos
verlo ni oírlo, pero que si existe, -y sin él-, no podemos vivir ni un solo instante.
La fe en Dios, el creador de todo lo visible e invisible, no es un
salto ciego a la oscuridad, este es un paso seguro a una habitación bien
iluminada en donde ya se encuentra el 90% de la humanidad.
Las Confesiones de San Agustín
Libro I
CAPITULO I
1. Grande eres, Señor, e inmensamente digno de alabanza; grande
es tu poder y tu inteligencia no tiene límites.
Y ahora hay aquí un hombre que te quiere alabar. Un hombre que
es parte de tu creación y que, como todos, lleva siempre consigo
por todas partes su mortalidad y el testimonio de su pecado, el
testimonio de que tú siempre te resistes a la soberbia humana.
así pues, no obstante su miseria, ese hombre te quiere alabar. Y
tú lo estimulas para que encuentre deleite en tu alabanza; nos
creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto
mientras no descanse en ti.
Y ahora, Señor, concédeme saber qué es primero: si invocarte o
alabarte; o si antes de invocarte es todavía preciso conocerte.
2. Pues, ¿quién te podría invocar cuando no te conoce? Si no te
conoce bien podría invocar a alguien que no eres tú.
¿O será, acaso, que nadie te puede conocer si no te invoca
primero? Mas por otra parte: ¿Cómo te podría invocar quien
todavía no cree en ti; y cómo podría creer en ti si nadie te
predica?
Alabarán al Señor quienes lo buscan; pues si lo buscan lo habrán
de encontrar; y si lo encuentran lo habrán de alabar.
Haz pues, Señor, que yo te busque y te invoque; y que te invoque
creyendo en ti, pues ya he escuchado tu predicación. Te invoca
mi fe. Esa fe que tú me has dado, que infundiste en mi alma por
la humanidad de tu Hijo, por el ministerio de aquel que tú nos
enviaste para que nos hablara de ti.
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